Friday, November 14, 2008

Postales de Poirot


Con el título de “Postales de Chile”, asistimos al espectáculo de lo que, quizá, nunca vimos y que nunca volveremos a ver. Al friso del terremoto del 3 de marzo de 1985, no menos histórico que el de Valparaíso (1906) o el de Chillán, en 1938, para nombrar solo a los que pertenecen a la leyenda. A nuestra historia negra. Las postales,en general, son souvenirs, simulacros convencionales de los monumentos históricos que constituyen la gloria de un paisaje y garantizan la continuidad histórica de un país. Padecen de irrealidad y presuponen el mal gusto. Su timbre es el kitsch y el escudo nacional: su función de casi siempre, elevar la propia aldea a la altura del mundo.
Las postales de Poirot, en cambio, son espléndidos testimonios de nuestra ruina, de un verismo sin par, aún tratándose de fotografías. El catastro de una catástrofe. Documentan la discontinuidad a la que parece condenada la historia de un país asolado por los desastres naturales y sociales. Cómo, así mismo, la provocación a esa discontinuidad por parte de una cuidad como de utilería que hizo palacios de barro maquillado de emblemas y ornamentos de estuco; que elevó, hasta el día de ayer, iglesias góticas de una patética falsedad, con palos y adobes.
Las fotografías de Poirot rescatan en lo visual esa monumentalidad intrínsecamente fallida, construída, a veces, con la negrigencia secreta de obreros mal pagados y no especializados. Pagada de su apariencia mimética. Ahora, al menos, todas esas ruinas, que también por negligencia siguen en pie, son imágenes de todo el gusto de arquitectos y pintores. Hablan, también, según una estética fotográfica articulada, de la realidad nacional a los nuevos especialistas de la misma, sin distinción de campos. Imágenes que son materiales de construcción para sociólogos e historiadores.
Para escenificar el desastre Poirot procedió con una técnica teatral de la imagen, excluyendo a los actores humanos, limitándose a la humanidad escenográfica. Hizo uso de una cámara para placas de 9x12 centímetros (la cámara lúcida del renacimiento más la fotografía) diseñada para captar sin gran angular, amplios panoramas no deformados. Demás está ponderar las excelencias técnicas de las imágenes así obtenidas con un tipo de máquina que conocieron los antiguos fotógrafos paisajistas y que ahora emplean las agencias de publicidad.
Postales de Chile es la potenciación, por otra parte, del voyerismo inmanente a la relación de la fotografía con lo real. El niño destruye un insecto o un juguete para ver qué hay dentro. El autor de estas postales, después de lamentar el terremoto, lo aprovecha para clavar el ojo de su cámara en lo que refracta, normalmente, toda visión: La interioridad global de la casa, dramatizada aquí por los rastros de la vida doméstica. La compuesta monumentalidad de estas ruinas es fotográficamente opuesta al reportaje gráfico, rápido y casual, por ejemplo, de una cuidad bombardeada. La destrucción es ofrecida a una suerte de reflección. Un paisaje urbano de mausoleos vivientes que ausenta a sus habitantes, dándoles a pensar.

Enrique Lihn
Revista Cauce, Santiago 1986